sábado, 13 de octubre de 2012

La Pasión y el Fútbol (uno)


Hace unas semanas asistí a una charla del periodista deportivo Roberto Gómez Junco en las instalaciones del periódico Mural, publicación de la ciudad de Guadalajara (México) que pertenece al Grupo Reforma. En dicha charla, Gómez Junco, recientemente incorporado a las filas de la cadena ESPN, nos explicó lo que él llama ‘El Decálogo del Periodista Futbolero’. En 10 puntos, que en realidad fueron 9 “porque así somos los mexicanos”, este reputado periodista nos ilustró con santo y seña el que a su parecer es el deber ser del ‘periodista futbolero’.

Roberto Gómez Junco imparte su charla en el periódico Mural.
El Señor Gómez Junco acababa de abandonar Televisa, uno de los conglomerados televisivos más grandes del mundo. Se rumorea que la verdadera razón de su salida fue que, como el señor periodista que es, jamás accedió a favorecer con sus opiniones a equipos pertenecientes a dicha compañía de televisión, especialmente a las ‘Águilas’ del América. Esto, dicen, fue lo que le costó el puesto. Con semejante antecedente, asistí a su charla con la expectativa de un discurso heroico y lleno de estoicismo. Pero no, ni la una ni la otra. Cuando fue cuestionado por las razones de su salida de Televisa, no hizo más que responder con evasivas, a la vieja usanza de los más colmilludos políticos. Eso sí, madera de diputado, tiene.


Como dice Villoro: "Dios es redondo".
Hubo dos constantes presentes a lo largo de todo su discurso: la mención de enormes personalidades y grandes pensadores del fútbol como, por ejemplo, Pep Guardiola, Juan Villoro, Menotti o Valdano, y la insistencia en que el fútbol y la pasión no se llevan bien. ¡Que no se llevan bien, dijo! ¡Que hay que separarlos, dijo!

Una vez terminado su ‘decálogo de 9 puntos’ y el añadido de una media hora más de charla insulsa, empezó la serie de preguntas y respuestas. Un señor, raudo, levanta la mano y le entregan el micrófono, después otro, luego una mujer, después otro señor de más edad… uno tras otro y tras otra los asistentes le hacían preguntas no sin antes protocolariamente elogiar su enorme sabiduría. “¡Gracias, Señor Don Roberto Gómez Junco, por iluminarnos el camino a seguir de cómo se debe ver y vivir el fútbol!”, y cosas así. Nadie, absolutamente nadie se atrevió a rebatir la sarta de barbaridades que acaba de empujarnos. Bueno, casi nadie. Estiré mi brazo, levantando mi mano con insistencia, hasta que por fin pude hacerme con el micrófono. No pienso transcribir aquí ni mi pregunta ni, mucho menos, su respuesta, pero sí les comparto un esbozo general. Tras cuestionarlo y, por qué no, reclamarle su desapasionado discurso, este periodista modélico se indignó a tal extremo que me dijo, sin ruborizarse ni siquiera un poco: “Yo no vengo aquí a imponer mis ideas. A mí, lo que tú pienses y lo que piensen los que están aquí y todos los demás no me importa”. ¡Que no le importa, me dijo! ¡Que le da igual lo que los demás piensen sobre sus opiniones como comunicador público, me dijo!

Otras de las perlas que soltó el Señor Gómez Junco fueron “Como intelectual del fútbol, Valdano ya ha superado por mucho a Menotti”, “La pasión no se lleva con el fútbol. Yo jamás he llorado tras un partido de fútbol”, “En este momento le voy al Barça, pero si mañana el Real Madrid de Mourinho empieza a hacer un fútbol más vistoso, me cambiaré de equipo y le iré al Real Madrid” o “Si todos los aquí presentes fueran ‘juanvilloros’, entonces sí estaría de acuerdo con que sintieran pasión por el fútbol, pero como no lo son, pues…” (esta es para partirse de la risa; miren que tratar a su propia audiencia como una bola de idiotas atávicos…).


En un desborde de pasión, Pep no pudo contener sus lágrimas.
Lo curioso, y así se lo dije al Señor Gómez Junco en la formulación de mi pregunta, es que todos estos grandes personajes del fútbol que él mismo mencionó viven su profesión (ya sea ésta la de entrenador, futbolista, periodista, analista o todas las anteriores) con una pasión del tamaño de una casa. Pep Guardiola mismo se hinchó con la palabra ‘pasión’ en su discurso en todas y cada una de las entrevistas que concedió en su reciente visita a América. Menotti, Valdano y Villoro son grandes luminarias del fútbol que viven con una gran pasión su amor por este deporte y profesan religiosa fidelidad a unos colores (Barça, Madrid y Necaxa y Barça, respectivamente).

Quien viva en el mundo del fútbol, ya sea desde la trinchera del aficionado de a pie o del profesional, debe llevar implícita una carga de pasión, de hervor en la sangre. Tener atole en las venas sólo dotará de debilidad la opinión manifiesta, no de solidez. A diferencia de lo que afirma Gómez Junco, la objetividad no es posible cuando se emite una opinión personal. La idea de la objetividad ha sido generalizada como el concepto periodístico de la opinión aceptable, pero esto no es otra cosa que una equivocada interpretación de la integridad y el compromiso con la verdad.

No voy a trivializar la pasión diciéndoles que en su parafernalia se comprende todo aquello que hacemos; no vayan a la cocina a servirse apasionadamente un vaso de agua para después tomárselo con igual intensidad. Pero si viven con, de o para el fútbol, por su perro, por su madre, por Dios, por lo que más quieran, pónganle sal a la vida, sientan el rubor en las mejillas, tiemblen, desgárrense la garganta; háganlo con pasión.

Gracias y hasta otra.

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