Hace unas semanas asistí a una charla del periodista
deportivo Roberto Gómez Junco en las instalaciones del periódico Mural,
publicación de la ciudad de Guadalajara (México) que pertenece al Grupo
Reforma. En dicha charla, Gómez Junco, recientemente incorporado a las filas de
la cadena ESPN, nos explicó lo que él llama ‘El Decálogo del Periodista
Futbolero’. En 10 puntos, que en realidad fueron 9 “porque así somos los
mexicanos”, este reputado periodista nos ilustró con santo y seña el que a su
parecer es el deber ser del ‘periodista futbolero’.
El Señor Gómez Junco acababa de abandonar Televisa, uno de
los conglomerados televisivos más grandes del mundo. Se rumorea que la
verdadera razón de su salida fue que, como el señor periodista que es, jamás
accedió a favorecer con sus opiniones a equipos pertenecientes a dicha compañía
de televisión, especialmente a las ‘Águilas’ del América. Esto, dicen, fue lo
que le costó el puesto. Con semejante antecedente, asistí a su charla con la
expectativa de un discurso heroico y lleno de estoicismo. Pero no, ni la una ni
la otra. Cuando fue cuestionado por las razones de su salida de Televisa, no
hizo más que responder con evasivas, a la vieja usanza de los más colmilludos
políticos. Eso sí, madera de diputado, tiene.
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Hubo dos constantes presentes a lo largo de todo su
discurso: la mención de enormes personalidades y grandes pensadores del fútbol
como, por ejemplo, Pep Guardiola, Juan Villoro, Menotti o Valdano, y la
insistencia en que el fútbol y la pasión no se llevan bien. ¡Que no se llevan
bien, dijo! ¡Que hay que separarlos, dijo!
Una vez terminado su ‘decálogo de 9 puntos’ y el añadido de
una media hora más de charla insulsa, empezó la serie de preguntas y
respuestas. Un señor, raudo, levanta la mano y le entregan el micrófono,
después otro, luego una mujer, después otro señor de más edad… uno tras otro y
tras otra los asistentes le hacían preguntas no sin antes protocolariamente
elogiar su enorme sabiduría. “¡Gracias, Señor Don Roberto Gómez Junco, por
iluminarnos el camino a seguir de cómo se debe ver y vivir el fútbol!”, y cosas
así. Nadie, absolutamente nadie se atrevió a rebatir la sarta de barbaridades
que acaba de empujarnos. Bueno, casi nadie. Estiré mi brazo, levantando mi mano
con insistencia, hasta que por fin pude hacerme con el micrófono. No pienso
transcribir aquí ni mi pregunta ni, mucho menos, su respuesta, pero sí les
comparto un esbozo general. Tras cuestionarlo y, por qué no, reclamarle su
desapasionado discurso, este periodista modélico se indignó a tal extremo que
me dijo, sin ruborizarse ni siquiera un poco: “Yo no vengo aquí a imponer mis
ideas. A mí, lo que tú pienses y lo que piensen los que están aquí y todos los
demás no me importa”. ¡Que no le importa, me dijo! ¡Que le da igual lo que los demás
piensen sobre sus opiniones como comunicador público, me dijo!
Otras de las perlas que soltó el Señor Gómez Junco fueron
“Como intelectual del fútbol, Valdano ya ha superado por mucho a Menotti”, “La
pasión no se lleva con el fútbol. Yo jamás he llorado tras un partido de
fútbol”, “En este momento le voy al Barça, pero si mañana el Real Madrid de
Mourinho empieza a hacer un fútbol más vistoso, me cambiaré de equipo y le iré
al Real Madrid” o “Si todos los aquí presentes fueran ‘juanvilloros’, entonces
sí estaría de acuerdo con que sintieran pasión por el fútbol, pero como no lo
son, pues…” (esta es para partirse de la risa; miren que tratar a su propia
audiencia como una bola de idiotas atávicos…).
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Lo curioso, y así se lo dije al Señor Gómez Junco en la
formulación de mi pregunta, es que todos estos grandes personajes del fútbol
que él mismo mencionó viven su profesión (ya sea ésta la de entrenador,
futbolista, periodista, analista o todas las anteriores) con una pasión del
tamaño de una casa. Pep Guardiola mismo se hinchó con la palabra ‘pasión’ en su
discurso en todas y cada una de las entrevistas que concedió en su reciente
visita a América. Menotti, Valdano y Villoro son grandes luminarias del fútbol
que viven con una gran pasión su amor por este deporte y profesan religiosa
fidelidad a unos colores (Barça, Madrid y Necaxa y Barça, respectivamente).
Quien viva en el mundo del fútbol, ya sea desde la trinchera
del aficionado de a pie o del profesional, debe llevar implícita una carga de
pasión, de hervor en la sangre. Tener atole en las venas sólo dotará de
debilidad la opinión manifiesta, no de solidez. A diferencia de lo que afirma
Gómez Junco, la objetividad no es posible cuando se emite una opinión personal.
La idea de la objetividad ha sido generalizada como el concepto periodístico de
la opinión aceptable, pero esto no es otra cosa que una equivocada
interpretación de la integridad y el compromiso con la verdad.
No voy a trivializar la pasión diciéndoles que en su
parafernalia se comprende todo aquello que hacemos; no vayan a la cocina a
servirse apasionadamente un vaso de agua para después tomárselo con igual
intensidad. Pero si viven con, de o para el fútbol, por su perro, por su madre,
por Dios, por lo que más quieran, pónganle sal a la vida, sientan el rubor en
las mejillas, tiemblen, desgárrense la garganta; háganlo con pasión.
Gracias y hasta otra.
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